La historiadora de las religiones británica Karen Armstrong (1944).
La insigne historiadora británica
(Wildmoor, Worcestershire, Reino Unido, 1944) fue monja durante siete
años. Es una reputada especialista en religión comparada y defiende que
las religiones se alejen de los dogmas. Ganó el Premio Princesa de
Asturias de Ciencias Sociales en 2017.
Libros.
Armstrong, Karen. Campos de sangre.
Paidós. Barcelona. 2015. 575 pp. Reseña de Bastenier, M. Á. Religión, política,
violencia. “El País” Babelia 1.230 (20-VI-2015).
Armstrong, Karen. Historia
de la Biblia. Debate. Barcelona. 2015. 297 pp. Reseña de Sampedro,
Javier. La Biblia como organismo vivo. “El País” Babelia 1.230
(20-VI-2015) 4.
Armstrong,
Karen. El arte perdido de las escrituras. Trad. de Antonio
Francisco Rodríguez Esteban. Paidós. 2020. 640 pp. La historiadora de las
religiones y teóloga Karen Campbell relee los textos sagrados de las
civilizaciones occidentales y orientales para entender el misterio de la
religión y sus efectos sobre la Humanidad. Entrevista de De Querol, Ricardo. Karen
Armstrong. ‘Cuando arrinconamos a la religión, surge el fundamentalismo’.
“El País” (8-IV-2020). [https://elpais.com/cultura/2020-04-07/karen-armstrong-cuando-arrinconamos-a-la-religion-surge-el-fundamentalismo.html]
Entrevistas.
De
Querol, Ricardo. Karen Armstrong. ‘Nuestro laicismo está pasado de
moda’. “El País” Babelia 1.230 (20-VI-2015) 2-3.
Pita,
Antonio. Karen Armstrong: ‘Veo la religión como un tipo de arte’.
“El País” (1-VI-2017).
Marirrodriga,
Jorge. Karen Armstrong. ‘La religión puede ayudarnos a lidiar con el
presente’. “El País” Semanal 2.145 (5-XI-2017).
De Querol,
Ricardo. Karen Armstrong. ‘Cuando arrinconamos a la religión, surge el
fundamentalismo’. “El País” (8-IV-2020). [https://elpais.com/cultura/2020-04-07/karen-armstrong-cuando-arrinconamos-a-la-religion-surge-el-fundamentalismo.html]
Armstrong: una relectura de las escrituras (2020).
Armstrong, Karen. El arte perdido de las escrituras. Trad. de Antonio Francisco Rodríguez Esteban: ‹‹un recorrido apabullante por las religiones desde sus antiquísimas raíces hasta la actualidad. El lector se dará cuenta de que los libros sagrados —la Biblia, la Torá, el Corán, los Vedas indios, los Clásicos confucionistas...— estaban vivos, venían de tradiciones orales, se recitaban más que se leían, eran parte de rituales, fueron reescritos una y otra vez, ampliados y corregidos, reinterpretados en cada época. Y, lo más importante, servían para la experiencia trascendente, pero no fueron entendidos literalmente, como palabra inmutable ni como verdades científicas o históricas. No fue así, al menos, hasta la modernidad.
“Queremos tener razón en vez de ser compasivos, que nuestra
religión sea la mejor, lo que implica que todas las demás están equivocadas.
Olvidamos que cuando hablamos de Dios, Brahman o el Tao, hablamos de lo
trascendente y nadie tiene la última palabra”
“Demasiados creyentes y no creyentes leen los textos
sagrados de forma obstinadamente literal y muy alejada del enfoque más
inventivo y místico de la espiritualidad premoderna”, escribe. Los autores de
esas escrituras no ocultaban las contradicciones y agregaban creencias distintas
(por ejemplo, los cultos a Yahvé, incluidos los previos al judaísmo), porque
antes que el monoteísmo existió la monolatría: adorar al dios local sin
pretender que fuera el único. Luego el cristianismo se empapó de helenismo, que
era la primera filosofía secular. En Oriente, se influían entre sí lo que
llamamos hinduismo, budismo, confucionismo o taoísmo, dando lugar a
sincretismos. Ningún credo es puro.
La fe no es algo privado.
¿Acaso es el fundamentalismo de cualquier religión un
fenómeno moderno? “Es una respuesta a la modernidad. En todos los lugares donde
se ha establecido un gobierno laicista que intenta arrinconar la religión en la
esfera privada, surge una respuesta fundamentalista que trata de devolver la fe
al centro del escenario”, responde en una conversación a través del correo
electrónico.
La palabra fundamentalismo, de hecho, no aparece hasta
principios del siglo XX en EE UU, ligada a movimientos cristianos. Ahí surgió,
por ejemplo, el creacionismo. “Pero el término fundamentalista no sirve para
otros movimientos. En el mundo islámico, por ejemplo, hay muy poca preocupación
por la doctrina y la creencia; en vez de eso, los radicales islamistas se
movilizan contra lo que perciben como injusticia social”.
La intervención de los imperios o potencias de cada época
modificó los mapas de la religiosidad. Por ejemplo, fue la colonización inglesa
la que acuñó el concepto de hinduismo para agrupar una diversa colección de
creencias. “Los británicos crearon el hinduismo a su propia imagen y semejanza,
y dejaron de forma involuntaria un legado de sectarismo en el subcontinente”,
explica. Incapaces de entender la complejidad local, los británicos dividieron
a la población en musulmanes, sijs, cristianos e hindúes. “Jamás ha existido
una religión organizada al estilo occidental llamada hinduismo”, sentencia.
Cuando ese nuevo hinduismo se identificó con la nación india, musulmanes y sijs
se vieron acosados y se radicalizaron a su vez.
“Europa es extremadamente laicista, pero en casi todo el
resto del mundo, incluido EE UU, la religión está en auge. La espiritualidad es
innata en los humanos, todos buscamos experiencias trascendentes”
Armstrong rechaza la idea de que la religión ha hecho más
por separarnos que por unirnos. “No es la religión, es la naturaleza humana.
Somos una especie violenta”, explica. “Queremos tener razón en vez de ser
compasivos, que nuestra religión sea la mejor, lo que implica que todas las
demás están equivocadas. Olvidamos que cuando hablamos de Dios, Brahman o el
Tao, hablamos de lo trascendente y nadie tiene la última palabra. Nadie sabe
qué es Dios y qué no es Dios”.
La pensadora analiza a fondo las derivas integristas, pero
incluye ahí el laicismo agresivo, porque la fe nunca fue un asunto
privado. “Todas las religiones, sin excepción, nos dicen que la espiritualidad
no es un fin en sí mismo; no tiene valor a menos que se exprese en la
compasión, en la regla de oro: nunca trates a los demás como no quieres que
traten. Eso implica compromiso político y público. Confucio, Buda, los profetas
de Israel, Jesús y Mahoma insisten en esto”. Considera que “Europa es
extremadamente laicista, pero en casi todo el resto del mundo, incluido EE UU,
la religión está en auge. La espiritualidad es innata en los humanos, todos
buscamos experiencias trascendentes”. Armstrong ubica el impulso religioso, al
igual que el artístico, en el hemisferio derecho del cerebro, más holístico que
analítico.
Le alarma el auge de la islamofobia. “Después del holocausto
nazi, dijimos: nunca más. Pero en los noventa había campos de concentración en
Bosnia, a las afueras de Europa. Este prejuicio es una desgracia para todos”.
Explica que la yihad, la lucha personal, no se entendió en clave belicista
hasta las cruzadas, y luego cuando las potencias occidentales se repartieron el
mundo árabe.
Sesgo masculino.
Tampoco comparte que el islam sea particularmente machista.
“La religión no es diferente de cualquier otra esfera de la vida humana en su
sesgo masculino. En Occidente estigmatizamos al islam por eso, pero cuando los
cruzados se establecieron en Tierra Santa en el siglo XII, los musulmanes de
Palestina y Siria se horrorizaron por cómo trataban a sus mujeres. El Corán
otorga a las mujeres derechos legales de herencia y divorcio que las
occidentales no disfrutarían hasta el siglo XIX”, cuenta. También Pablo había
escrito que Cristo no distingue varón y mujer, en contra de la realidad
patriarcal de la Iglesia.
“Ahora estamos encerrados, y sabemos qué son el miedo, la
ansiedad y la pérdida de libertad. Las escrituras nos dicen que debemos sanar
el dolor del mundo y que esta experiencia debería cambiar nuestra cortedad de
miras”
Su concienzudo estudio de las creencias incluye, claro, al
agnosticismo, cuyas raíces echa más atrás de la Ilustración. “Los primeros librepensadores
y ateos no fueron los filósofos de la Ilustración sino los judíos españoles
obligados a convertirse al cristianismo por la Inquisición”. En los siglos XVI
y XVII, los llamados marranos derivaron a una fe híbrida,
impregnada de racionalismo, que les llevó al estudio científico. Su Dios, dice,
“era el Primer Motor aristotélico, que jamás intervenía en los asuntos
mundanos”.
Del libro se deduce que las religiones son creaciones
humanas. Entonces, ¿por qué creer en sus dioses? “El arte también es una
creación humana, y la religión es una forma de arte. Se expresa mejor en los
términos del arte, la poesía, la danza o la música, y lo hace peor cuando trata
de convertirse en algo científico o racional”. El problema surge, concluye,
cuando las religiones organizadas “se convierten en ídolos y se creen por
encima de la realidad sagrada que tratan de promover”.
Esta escritora encuentra lecciones valiosas hoy en libros
milenarios. ¿Qué nos dicen de los desafíos actuales, del cambio climático o de
esta inesperada crisis del coronavirus? “Las escrituras orientales, en especial
las chinas, siempre han estado muy preocupadas por el entorno natural, que
consideran frágil. Pero, como indican las escrituras budistas, la naturaleza
puede ser feroz y aterradora. Lo vemos con este virus que no podemos controlar
a pesar de nuestros avances tecnológicos. Ahora estamos encerrados, y sabemos
qué son el miedo, la ansiedad y la pérdida de libertad. Las escrituras nos
dicen que debemos sanar el dolor del mundo y que esta experiencia debería
cambiar nuestra cortedad de miras".››
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